lunes, 11 de julio de 2011

(Continuación: “De Divididos”) CAPITULO II. Divididos y por fín encontrados


Diario La Voz , artículo de Opinión (diario regional local de la mañana).
“Felicidades a los premiados, con los seis aciertos. Hecho casi sin precedentes, aunque alguno puede haber. Los máximos acertantes con los seis aciertos más el complementario, no tendrán apenas para pipas, dado la gran cantidad de acertantes. Por una vez que toca en la provincia y al afortunado le toca asta llorar. Seguro que pensará que no es justo, para una vez que le toca, no le toca casi nada”.


Poco después de mirarlo, me dirijo a saber la cuantía del premio de los máximos acertantes. No puede ser, no Dios. Pero con las malas mañas si podemos llamarlo así que se utilizaron, quizás sea justo. Un viaje fallido, es lo primero que se me viene en mente para mitigar un poco la incipiente tristeza. Todo como laberinto llega a igual destino, parecido averno, de entre este abismo tártaro, similar a castigo eterno de sus condenados, pienso. Todo se desarrolla tal y cual me ha ido ocurriendo en la irónica y ya típica del transcurso de mi camino. Otra burla cruel, nada disimulada ni fina, de entre ese sarcasmo burlón y mordaz que siempre acecha en el ya pantano de arenas movedizas. Me salí del parchís para conseguir de una vez mi dicha, y la aventura se volvió de nuevo en calamidad, la misma persecución que siempre siguió a mi vida.
¿Pero porque hablar así, tan místico y poco lisonjero? No parezco yo, el mismo que hablaba antes al ojear el diario ameno. Tan adulador hacía un rato, antes de saber la noticia, hacia mi mismo, satisfactorio y prometedor, dueño sabedor de la que iba a ser mi dicha y de pronto transformado, en un culto hablador, con verbo a lo erudito, pero en sí mesmo, pesimista.
Que raro es ya todo esto. Y que distinto ahora me siento. Es como si fuera yo, y a la vez, el mismo estuviese fuera de su natural zona, de ese que no se piensa al ocupar espacio, lugar o sitio, pero que no es el natural de mi persona.
Me escucho y que raro me sueno, que extraño retumbar, al atronar mi voz, la que sale de mi interior, pero la que no recuerdo al ser tañida en el parecer de mi recuerdo. Es como la palabra que sale de ese mi adentro, como si se nombrasen solas, fluyendo, divulgándose desde entrañas, sin ser yo el dueño en sus deseos que quieran de si ser dadas.
¿Que es todo esto? ¡Vasta par diez? ¿Que locura es esta? Que hace morir, que de la ilusión fallece y al fracasar permanece todo verbo ahora en mi. Pero a más que hablo, a generoso hidalgo me asemejo, aunque ase solo un rato, solo a un mezquino e innoble, en pretensiones similares a las de un pendejo hallé.
Di paso a siglos atrás, a una figura en palabra cervantina, pero con una cierta palabrería e infundías chulescas, no más de la grosera necia propia de este zascandil que con juicio nublado, revoltoso y en sus propósitos enredados, irreflexivos en sus actos a esta dicha fue con sorna informal, de tal botarate, a lo que ahora da. Esto es trágico y cruel por momentos. Al igual que a un Góngora me llego aparecer. Y más trágico aun que no pueda ver más allá de mis palabras ni imaginar mi facha, esperpento macabro del que mi mal no espanta. Al contrario, solo se reafirma la presunción y jactancia, la cual no domino y en mi toma riel con armazón permanente que ya deja huella en mi.
Pero esperar que la dicha aventurera enlazada a mi desdicha asoma, por ventura ya llega a esta mi persona. El uso a la razón despierta, pues el reflejo de mi ser al espejo llama, todo cual soy en el se inscribe, por tal estoy en la estancia, no sin el arte que aparezca de alguna magia. Pues las ropas mías no he de advertir, más a las de un bucanero se asemejan, y a un siglo muy lejano, más de la mano del XVII como cercano pueda a mis entendederas deducir.
De mi Carla el recuerdo llama, de ella a la salvación de mis penurias solo puedo acudir. Sí, solo a ella, después del delito a con esta cometida, como vil filibustero de las Antillas pirata, ahora he de recurrir.
De este raro artefacto o trasto del cual mi mente no ha borrado. Al que como un diablo los ahora mis contemporáneos hubiesen tratado, entre hilos conductores a transmitir toda forma de chisme, de entre sonidos que al viento adoran, al igual que a negrero que con tales códigos con intereses trapichean y sus conocimientos fulguran ante el dios informativo que a sus oídos reverberan, y a la moda de hoy inclina su rodilla. A objeto que ansia el tirano, que del mal trato va de mano en mano. Negrero explotador del humano se convirtió hoy en su amo.
- ¡Dulcinea mía! Al igual que mujer querida.
- Coño, ¿perdona?...
Ya caía en la cuenta, pues más a mi pesar no podía cambiar el hablar, aunque me pasara aval y castigo dicha reprenda.
- ¡Oiga menos coña que estoy trabajando!
- ¡No es coña ni guasa, aunque si lata y fastidio, lo que a ambos nos pasa, más no he perdido juicio!
- ¿Pero eres tu? ¿Que te pasa en la boca?
- ¿Carla?
- ¿Si?
- Algo que salió mal, no tanto frustrado, si en el provecho que yo creí, al principio en forma de éxito. Pues no caí que engáñame a mesmo, y del viaje astral no salí o no regrese derecho.
- ¿Que has hecho que...?
Grítame aunque no chillome, pero si creía morir.
- Viaje astral.
- ¿Y tas quedado así? ¡Ya esta bien de guasa, no!
- De guasa no se trata. Y si de travesía fallida. No es delirio ni alucinación esto que me pasa, seguro que en tal viaje, equivócame de tajo y ozu que tortazo, que estrellitas en mi firmamento solo yo vi.
Colgome...
Por más que quisiera, mi voz y mi lengua solo así respondiera, por más esfuerzos que en mi interés pusiera. Por más que en este momento dormirme no quisiera, un estraño sopor convirtiese en morriña dormidera, y en sueños delicados en tranquila siesta caí.

Desperté mareado, pero todo estaba bien. Todo lo recordaba, consiente del antes y el ahora, pero sentía volver a ser yo mismo, el chico normal del siglo XXI. Ya no me escuchaba tan raro y extraño. Joder que miedo he pasado. Pero todo auto – control de mis actos era inútil, como si otro yo con mis mismos genes me dominase.
Rin, rin, rin, rin........
Cogí el teléfono, descolge, recuerdo todo el lío que di para llamarlo y darle un contexto, solo hace un instante.
- ¿Carla no te enfades mujer déjame explicarte?
- ¿Que has vuelto ya del viajecito, ese, astral...?
- No te lo tomes a coña, chatilla...
- ¿Pero tu no me distes largas ayer?
- No del todo pues nada había....
- Como empieces ha hablarme en el cursi trasnochado de antes te cuelgo. ¿Quien te crees que eres Garcilazo?
- Es que se me ha pegado algo esta cosa tan rara que me ha pasado. No lo pude evitar, chatilla. Tengo como la resaca del acento y el verbo expresivo de antes. Es como si no fuera el mismo.
- Que cariñoso con lo de chatilla, como sigas así acabarás llamándome cariño con el coraje que me da. Odio que hablen así y lo sabes.
- ¿Me dejas que te explique mujer, por favor?
- Hace unos días, el último que nos vimos, saliendo hacia el aparcamiento, al ver la película sobre viajes astrales me comentaste algo, ¿cierto?
- Cierto, y lo practique.
- Otra vez de coña. Hablaremos en cerio de una puñetera vez.
- ¡No!. Estamos hablando en cerio y como no me dejes explicarme, empezare con expresiones cariñosas como, por: “cariño”.
- Ni se te ocurra.
El silencio se hizo en un momento persistente y monótono. Carla callaba, ya no se, si asombrada, pensativa, o bastante alucinada.
-Está bien, continua, pero te advierto que no estoy para tanta tontería, creo que estas alucinando tu mismo. ¿Que te has tomado tío?
Eso es lo que sí que iba ha hacer, tomarme algo bien fuerte, un pelotazo de algo y solo, sin refresco. Un ardor frío y seco por dentro en las entrañas, soporífero y cansino me taladraba, pero por fuera, la frente ardía. Los ojos reflejados en el espejo eran semejantes al del Conde Dracula. Era consciente de que todo no iba tan bien como pensaba, después de despertar de esa extraña siestecilla. De ese ya, mal sueño.
-Carla, aquella noche, mientras regresaba a casa después de dejarte a ti, me dio por pensar, otra travesura del tipo que va en mi.
- No se, a que cosa te refieres, eso que dices que valla tan en ti...
- Escucha, déjame acabar, te lo ruego. Miré en casa información sobre tales viajes, y bien, comencé a hacer pruebas, por curiosidad, ya sabes como me gusta experimentar.
- Y dale, que no te conozco tanto, solo estamos como amigos y hemos salido por ahí un par de veces a lo sumo. No creo que sea suficiente como para conocerte a igual que un libro abierto, según insinúas.
- Vasta, el caso es que salí de mi cuerpo y me fui de paseo. Si te lo quieres creer bien y sino, ha hacer puñetas.
- He, pavito, no te pongas tan estirao que no te aguanto, ni tengo porque. ¿Comprendido?. ¿Al loro....?
Ahora, el que colgó fui yo. Entre el cansancio que me traía el mareo, la modorra incesante, y el tostón entre reproches continuados de Carla, justificados, no obstante respecto de ella, decidí dar carpetazo al tema, mejor. Aunque, al pesar de todo, ella estaba teniendo eterna paciencia hacia mí y por lo que le estaba exponiendo, mucho, pero mucho aguante. Esto era cosa de ciencia ficción, y ella aún me escuchaba. Si hubiese seguido el tema hubiese variado hacia otros derroteros, pues mi ánimo, no estaba para muchos aguantes y si para saltos tempestuosos, que como reacción mía tan poco venían a cuento, ni ella misma creo, los hubiese consentido. Hubiese sido el fin de la escasa, por ahora, amistad.

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