lunes, 18 de junio de 2012

“JANE AUSTEN"


“JANE AUSTEN una dama de su tiempo.”
 No puedo dejar de preguntarme como una escritora como Jane Austen no esta mejor considerada en el mundo de las letras. Aunque sea un clásico y una gran difusora de las letras Británicas. Esta escritora consigue dar en sus tramas una fuerza tan descomunal que de acontecimientos más bien triviales, tan corrientes en la vida diaria, tan comunes, nimios e intrascendentales, proporcionan de un abatir presumiblemente inocente e insulso, a un estado de expectación a no se sabe que, pero que atrapa. Tras un derivar continuo de  rodeos, temas y demás asuntos que se van introduciendo en sus novelas. La integridad en el fondo de sus obras,  es el pilar principal. Una sinopsis fuerte y robusta durante el avance de su trama que a primera vista parece frugal. Su lectura llega a encandilar, a trascender de entre la maestría de sus giros argumentales. Rotaciones y desvíos perfectos, seguros,  gana la voluntad del lector, lo engatusa de tal modo, que su tejido se trasluce distinguido, imponente.
Aunque “Orgullo y Prejuicio” esta entre sus entendidos como la mejor de las novelas en su genero, no puedo dejar de un lado la colosal “Emma”. “Sentido y Sensibilidad” y alguna más. Y que decir de “La abadía de Northanger” una conseguida parodia de la novela gótica.
El realismo popular también se ve reflejado en parte de su obra, es tal que llega a reflectar a la brillante época como un retrato fiel, expresivo, autentico y legitimo de ese periodo de la vida cotidiana. Suponiendo solo, la no carente ni falta, en grados altos de ironía. A la vez, esa conseguida sátira, no exenta de tipejos y arpías a la moda. Entradas en el momento oportuno, que le proporciona como nadie para sus tramas, esta burguesía tan bien acomodada.
Deja en sus relatos a manera de retratos narrados como a  fotograma tras fotograma, con modo sincero hasta algo cruel, de esa burguesía potentada, bien situado y algo rural del sur de Inglaterra...
Mi humilde homenaje a esta gran escritora, que dejó algo más que bueno en su sociedad. Indica la enseñanza y preocupación de la mujer hacia otros menesteres más importantes a los que hasta entonces la mujer estaba únicamente relegada y apartada. Jane Austen fue para mí uno de esos exponentes primerizos de liberación, o no, pero si destacados de lo que ya se estaba fraguando en las conciencias de la sociedad femenina. No en su comunidad en si, más plena,  pero si para el reflejo perpetuo de la historia. De esa mujer consecuente para sus primeros derechos, emprendedora y luchadora. Una escritora de su tiempo, que apenas salio de Hampshire, donde redacto gran parte de sus novelas. Una dama, que sin saberlo, sin ser plenamente consciente de ello, estaba aportando pequeños granitos de un cimiento para la posteridad. La incesante y persistente batalla de la mujer por su propia igualdad para con el hombre y sus derechos legítimos. Una activista en la sombra. Sin saberlo quizás, y de manera ajena a las consecuencias, una pionera, al fin y al cabo, fundadora y precursora potencial del nacimiento de una nueva época. Lugares adelantados en ocasiones, trasladados a sus personajes, desde esa ironía que utilizaba, con maneras e intenciones de burla entre la sociedad destacada. La mujer, es la protagonista, todo lo que emana de ella, de sus costumbres, de sus intereses, algo presente en casi todas las temáticas de sus novelas.
Jeane Austen es al fin y al cabo un descubrimiento de la misma naturaleza. Fruto de la casualidad apropiada en su momento justo. Elaboración útil de una producción y obra brillante. Al principio escribía por amor al arte, sin afán de lucro. Desde su juventud, empieza a escribir a modo de divertimento familiar más bien. Pero con unas intenciones satíricas tan marcadas, no tan propias en una jovencita de quince años, donde, el tono elevado del romanticismo, si es más común en una apasionante e impetuosa Jane Austin.
La energía apasionada del romance se mantiene disimuladamente oculta por decoro, pero sin poder sostener ese ímpetu ardiente y efusivo del encuentro deseado. Para un ambiente familiar perteneciente a la tradicional burguesía agraria, donde se sitúan la mayoría de sus temas, Austin es el incipiente reflejo de una rebeldía algo molesta en su época. Donde la farsa teatrera de sus contemporáneos, se ocultaba, vergonzosa entre las costumbres ñoñas, mojigatas y relamidas de la sociedad en que le toco vivir. El periodo de la regencia inglesa del momento ayuda a que los círculos académicos consideren a Austin más bien, como a una escritora conservadora, pero también es cierto que desde la crítica actual más feminista, se sitúa a esta escritora más cerca de la apreciable narración de “la razón”, del pensamiento más inmediato, del interior más femenino.
Quizás que de hay, la sátira grotesca y ridícula, en ciertos momentos brutal, hacia esta sociedad, sea utilizada por Jane Austin desde el seguimiento apasionado e indagación casi mística, hacia las autoras antecesoras. Estas, más de una, para algunos de sus contemporáneos, adelantadas a su tiempo, marcan un cierto precedente en sus nuevos orígenes ideológicos.
Acaso se vea Austin influida tanto en sus escritos como por sus ideas por una carismática antecesora. Esta será quizás el germen y núcleo de muchos de sus puntos a seguir en su carrera literaria, hablo de la filósofa y escritora británica Mary Wollstonecraft. Hoy día esta considerada como una de las precursoras de la filosofía feminista, exploradora quizás del primer movimiento realmente feminista. Ya que ataco al feminismo convencional, que denigraba de cierta forma a la mujer y al olvido del que son seres racionales que deben subsistir y vivir en un orden social, fundado exclusivamente en el apoyo básico de la razón. En uno de sus matrimonios, estuvo con el filosofo William Godwin, precursor del movimiento anarquista,  con el que tuvo una hija que iría en fama a la zaga de grandes damas de la escritura y de su época. Novelista romántica, sobre todo y destacada por su éxito indiscutible, en la novela gótica, es Mary Shelley.
Estas indiscutibles heroínas, precursoras indomables entre una sobria sociedad anclada aun en un ridículo pensamiento, en el que parecen ser de una naturaleza inferior, son las primeras luchadoras por aclarecer la verdad en otro contesto. Y Jane Austen lo argumenta y aborda con una notable sinceridad, sin dramatismo alguno. Para Austen la naturaleza inferior es solo un espejismo, un engaño sin fundamento alguno. Pues la respuesta es simple, la mujer no recibe la misma educación que el hombre. Por tanto la racionalización entre unos y otros a la hora de actuar en la vida y en sociedad son necesariamente diferentes, degradantes, humillantes, asta vejatorias, más bien, hacia la esclavitud, de la valía e inteligencia de estos seres tan maravillosos que son las mujeres.
Pues cuando una mujer en esta parte de nuestra historia, destacaba y daba un paso adelante, no le serbia necesariamente para romper barreras. Pues los segundos niveles a donde le llevaba su coraje, se veían pisoteados en más de una ocasión, por los necios e ineptos ciudadanos,  de entre una cultura aun sin desarrollar del todo.
No solo ella es influida por mujeres valerosas, únicas en su especie. Ella, la misma Austen contagia con su fuerza y alegría de vivir a las siguientes autoras, algunas muy posteriores a ella. Muchas dedicadas a los asuntos del corazón, en esa intensidad a flor de piel, vivos y palpables enamoramientos con fisuras o sin ellas, entre páginas y páginas llenas de detalles impetuosos. Peticiones repentinas de manos. Heroínas clásicas, jovencitas díscolas y soñadoras, de entre ese periodo de la Regencia que buscaban al hombre ideal. Mujeres reaccionarias a sus familias. Damas que buscaban algo más que partidos inmejorables, con los que hacer una resonante y cuantiosa fortuna. Ecos extendidos con fuerza en sus relatados, cierta altanería hacia el propio desden de la insufrible y engreída burguesía e arrogante nobleza.
Una de estas seguidoras en cierta manera, y muy posterior a Austen, aunque no por eso menos importante, es otra reina del romanticismo ingles, Georgette Heyer.
La sombra de Austen siempre sería alargada para Georgette Heyer, pero hay que ver y matizar ciertos aspectos influyentes o no entre las dos.
El estilo de su “alumna” es más detallado quizás, menos deudor de entre unos cánones de vida que estas literarias no compartieron. Esta gran novelista londinense, tuvo que documentarse de algo que de manera obvia no presencio. Heyer, escribió como nadie los paseos románticos entre jardines maravillosos. Como el de la orilla sur del río Tamesis en Kennington, por ejemplo, entre los jardines de “Vauxhall Gardeens”. Textos dentro de jardines con cierto aire refinado y cortes, en medio de atmósferas de roce fingido. Disfraces galantes, envueltos en actitudes caballerescas con algún toque a cuento de hadas. Fondos artificiales, narraciones, diversiones y relaciones nocturnas. Conciertos expectantes con bailes improvisados que marcaba el momento, convertidos en salones señoriales, con suma rapidez. Situaciones cargadas de simulaciones estudiadas. Galas ceremoniosas arropadas al aire libre, entre farolillos iluminados, escapes de versos que se vuelcan en remolinos de esperanza. Citas románticas entre olas perfumadas en total armonía. Besos escondidos tras los senderos mal iluminados, farolillos mortecinos, prisas para encuentros prohibidos. Todo estudiado, antes de que empiecen los fuegos artificiales, pensando en no ser delatado. El resto de parejas descuida la luz intrusa de los cohetes, expectantes, ocultos, entre la noche escondida y cómplice. Damas bisoñas aun en el arte del cortejo, agarradas del brazo de un cadete. Primeros galanteos de jóvenes aprendices a oficiales, primeros caballeros aun sin curtir en la pasión de un primer beso, febriles devaneos. Largos como cortos, paseos entre largas avenidas rectas, bordeadas de esos árboles gigantescos, copartícipes de ese entorno romántico. De entre las sombras, aparecían de tarde en tarde lámparas de colores, risas, sonrisas, carcajadas de lo más animadas, también de lo más fingidas llenas de situaciones ficticias dignas de una cultura, una época...

(primera parte-continuara).

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