“JANE AUSTEN una dama de su
tiempo.”
No puedo
dejar de preguntarme como una escritora como Jane Austen no esta mejor
considerada en el mundo de las letras. Aunque sea un clásico y una gran
difusora de las letras Británicas. Esta escritora consigue dar en sus tramas
una fuerza tan descomunal que de acontecimientos más bien triviales, tan
corrientes en la vida diaria, tan comunes, nimios e intrascendentales,
proporcionan de un abatir presumiblemente inocente e insulso, a un estado de expectación
a no se sabe que, pero que atrapa. Tras un derivar continuo de rodeos, temas y demás asuntos que se van
introduciendo en sus novelas. La integridad en el fondo de sus obras, es el pilar principal. Una sinopsis fuerte y
robusta durante el avance de su trama que a primera vista parece frugal. Su
lectura llega a encandilar, a trascender de entre la maestría de sus giros
argumentales. Rotaciones y desvíos perfectos, seguros, gana la voluntad del lector, lo engatusa de
tal modo, que su tejido se trasluce distinguido, imponente.
Aunque
“Orgullo y Prejuicio” esta entre sus entendidos como la mejor de las novelas en
su genero, no puedo dejar de un lado la colosal “Emma”. “Sentido y
Sensibilidad” y alguna más. Y que decir de “La abadía de Northanger” una
conseguida parodia de la novela gótica.
El realismo popular
también se ve reflejado en parte de su obra, es tal que llega a reflectar a la
brillante época como un retrato fiel, expresivo, autentico y legitimo de ese
periodo de la vida cotidiana. Suponiendo solo, la no carente ni falta, en
grados altos de ironía. A la vez, esa conseguida sátira, no exenta de tipejos y
arpías a la moda. Entradas en el momento oportuno, que le proporciona como
nadie para sus tramas, esta burguesía tan bien acomodada.
Deja en sus
relatos a manera de retratos narrados como a fotograma tras fotograma, con modo sincero
hasta algo cruel, de esa burguesía potentada, bien situado y algo rural del sur
de Inglaterra...
Mi humilde homenaje
a esta gran escritora, que dejó algo más que bueno en su sociedad. Indica la
enseñanza y preocupación de la mujer hacia otros menesteres más importantes a
los que hasta entonces la mujer estaba únicamente relegada y apartada. Jane
Austen fue para mí uno de esos exponentes primerizos de liberación, o no, pero
si destacados de lo que ya se estaba fraguando en las conciencias de la
sociedad femenina. No en su comunidad en si, más plena, pero si para el reflejo perpetuo de la
historia. De esa mujer consecuente para sus primeros derechos, emprendedora y
luchadora. Una escritora de su tiempo, que apenas salio de Hampshire, donde
redacto gran parte de sus novelas. Una dama, que sin saberlo, sin ser
plenamente consciente de ello, estaba aportando pequeños granitos de un cimiento
para la posteridad. La incesante y persistente batalla de la mujer por su
propia igualdad para con el hombre y sus derechos legítimos. Una activista en
la sombra. Sin saberlo quizás, y de manera ajena a las consecuencias, una
pionera, al fin y al cabo, fundadora y precursora potencial del nacimiento de
una nueva época. Lugares adelantados en ocasiones, trasladados a sus personajes,
desde esa ironía que utilizaba, con maneras e intenciones de burla entre la
sociedad destacada. La mujer, es la protagonista, todo lo que emana de ella, de
sus costumbres, de sus intereses, algo presente en casi todas las temáticas de
sus novelas.
Jeane Austen
es al fin y al cabo un descubrimiento de la misma naturaleza. Fruto de la
casualidad apropiada en su momento justo. Elaboración útil de una producción y
obra brillante. Al principio escribía por amor al arte, sin afán de lucro.
Desde su juventud, empieza a escribir a modo de divertimento familiar más bien.
Pero con unas intenciones satíricas tan marcadas, no tan propias en una
jovencita de quince años, donde, el tono elevado del romanticismo, si es más
común en una apasionante e impetuosa Jane Austin.
La energía
apasionada del romance se mantiene disimuladamente oculta por decoro, pero sin
poder sostener ese ímpetu ardiente y efusivo del encuentro deseado. Para un
ambiente familiar perteneciente a la tradicional burguesía agraria, donde se sitúan
la mayoría de sus temas, Austin es el incipiente reflejo de una rebeldía algo
molesta en su época. Donde la farsa teatrera de sus contemporáneos, se ocultaba,
vergonzosa entre las costumbres ñoñas, mojigatas y relamidas de la sociedad en
que le toco vivir. El periodo de la regencia inglesa del momento ayuda a que
los círculos académicos consideren a Austin más bien, como a una escritora
conservadora, pero también es cierto que desde la crítica actual más feminista,
se sitúa a esta escritora más cerca de la apreciable narración de “la razón”,
del pensamiento más inmediato, del interior más femenino.
Quizás que de
hay, la sátira grotesca y ridícula, en ciertos momentos brutal, hacia esta
sociedad, sea utilizada por Jane Austin desde el seguimiento apasionado e
indagación casi mística, hacia las autoras antecesoras. Estas, más de una, para
algunos de sus contemporáneos, adelantadas a su tiempo, marcan un cierto precedente
en sus nuevos orígenes ideológicos.
Acaso se vea
Austin influida tanto en sus escritos como por sus ideas por una carismática
antecesora. Esta será quizás el germen y núcleo de muchos de sus puntos a
seguir en su carrera literaria, hablo de la filósofa y escritora británica Mary
Wollstonecraft. Hoy día esta considerada como una de las precursoras de la
filosofía feminista, exploradora quizás del primer movimiento realmente
feminista. Ya que ataco al feminismo convencional, que denigraba de cierta
forma a la mujer y al olvido del que son seres racionales que deben subsistir y
vivir en un orden social, fundado exclusivamente en el apoyo básico de la
razón. En uno de sus matrimonios, estuvo con el filosofo William Godwin,
precursor del movimiento anarquista, con
el que tuvo una hija que iría en fama a la zaga de grandes damas de la
escritura y de su época. Novelista romántica, sobre todo y destacada por su éxito
indiscutible, en la novela gótica, es Mary Shelley.
Estas
indiscutibles heroínas, precursoras indomables entre una sobria sociedad
anclada aun en un ridículo pensamiento, en el que parecen ser de una naturaleza
inferior, son las primeras luchadoras por aclarecer la verdad en otro contesto.
Y Jane Austen lo argumenta y aborda con una notable sinceridad, sin dramatismo
alguno. Para Austen la naturaleza inferior es solo un espejismo, un engaño sin
fundamento alguno. Pues la respuesta es simple, la mujer no recibe la misma
educación que el hombre. Por tanto la racionalización entre unos y otros a la
hora de actuar en la vida y en sociedad son necesariamente diferentes,
degradantes, humillantes, asta vejatorias, más bien, hacia la esclavitud, de la
valía e inteligencia de estos seres tan maravillosos que son las mujeres.
Pues cuando
una mujer en esta parte de nuestra historia, destacaba y daba un paso adelante,
no le serbia necesariamente para romper barreras. Pues los segundos niveles a
donde le llevaba su coraje, se veían pisoteados en más de una ocasión, por los
necios e ineptos ciudadanos, de entre
una cultura aun sin desarrollar del todo.
No solo ella
es influida por mujeres valerosas, únicas en su especie. Ella, la misma Austen
contagia con su fuerza y alegría de vivir a las siguientes autoras, algunas muy
posteriores a ella. Muchas dedicadas a los asuntos del corazón, en esa
intensidad a flor de piel, vivos y palpables enamoramientos con fisuras o sin
ellas, entre páginas y páginas llenas de detalles impetuosos. Peticiones
repentinas de manos. Heroínas clásicas, jovencitas díscolas y soñadoras, de
entre ese periodo de la
Regencia que buscaban al hombre ideal. Mujeres reaccionarias
a sus familias. Damas que buscaban algo más que partidos inmejorables, con los
que hacer una resonante y cuantiosa fortuna. Ecos extendidos con fuerza en sus
relatados, cierta altanería hacia el propio desden de la insufrible y engreída burguesía
e arrogante nobleza.
Una de estas
seguidoras en cierta manera, y muy posterior a Austen, aunque no por eso menos
importante, es otra reina del romanticismo ingles, Georgette Heyer.
La sombra de
Austen siempre sería alargada para Georgette Heyer, pero hay que ver y matizar
ciertos aspectos influyentes o no entre las dos.
El estilo de
su “alumna” es más detallado quizás, menos deudor de entre unos cánones de vida
que estas literarias no compartieron. Esta gran novelista londinense, tuvo que
documentarse de algo que de manera obvia no presencio. Heyer, escribió como
nadie los paseos románticos entre jardines maravillosos. Como el de la orilla
sur del río Tamesis en Kennington, por ejemplo, entre los jardines de “Vauxhall
Gardeens”. Textos dentro de jardines con cierto aire refinado y cortes, en
medio de atmósferas de roce fingido. Disfraces galantes, envueltos en actitudes
caballerescas con algún toque a cuento de hadas. Fondos artificiales, narraciones,
diversiones y relaciones nocturnas. Conciertos expectantes con bailes improvisados
que marcaba el momento, convertidos en salones señoriales, con suma rapidez.
Situaciones cargadas de simulaciones estudiadas. Galas ceremoniosas arropadas al
aire libre, entre farolillos iluminados, escapes de versos que se vuelcan en
remolinos de esperanza. Citas románticas entre olas perfumadas en total armonía.
Besos escondidos tras los senderos mal iluminados, farolillos mortecinos, prisas
para encuentros prohibidos. Todo estudiado, antes de que empiecen los fuegos
artificiales, pensando en no ser delatado. El resto de parejas descuida la luz
intrusa de los cohetes, expectantes, ocultos, entre la noche escondida y cómplice.
Damas bisoñas aun en el arte del cortejo, agarradas del brazo de un cadete.
Primeros galanteos de jóvenes aprendices a oficiales, primeros caballeros aun
sin curtir en la pasión de un primer beso, febriles devaneos. Largos como cortos,
paseos entre largas avenidas rectas, bordeadas de esos árboles gigantescos,
copartícipes de ese entorno romántico. De entre las sombras, aparecían de tarde
en tarde lámparas de colores, risas, sonrisas, carcajadas de lo más animadas, también
de lo más fingidas llenas de situaciones ficticias dignas de una cultura, una
época...
(primera
parte-continuara).
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