viernes, 20 de febrero de 2015

Cuando llega el fin



Mirando al mar, sentado y solitario en la arena cálida, veía amanecer insensible, solo percibía la naturaleza que le acompañaba en plena soledad, como siempre. Temía a la madrugada, a cada segundo que le quedaba por vivir, esa noche había sangrado la luna compartiendo sus penas, sórdida y mezquina ante sus plegarias. El pasado había devorado su alma, sus sueños, sus metas. Solo le quedaba la imaginación por compañera, aunque a veces le costara abrir su puerta. Enemigo de la guerra y las batallas, solo se las arreglaba para meterse en líos indeseables, aunque se hundiera mil veces en el barro el hacha de guerra, salía adelante.
 Llego aquel amanecer único. Sabía que esta vez no lo conseguiría. Parecía tan fácil vivir auto engañándose, pero los juegos acaban, había que llegar siempre el primero, comerse los unos a los otros, los golpes del contrincante lo tendieron en la lona más salvaje, intentar se convertía en renuncia y abandono ante la inutilidad de permanecer en la brecha, aroma al revés constante.
Creyó que Dios se había olvidado de él. Admitió que la recta final no era más que hacer tiempo, y verlo todo pasar. Pero los años se iban haciendo fríos, como bloques de nieve sin nada dentro, más que desolación y hastío. No tuvo la suerte de encontrar su camino dulce, aquel que le llevará a algún lugar al que quisiese llegar. Hay personas que les pasa estas cosas, cogen un vaso de agua y se les rompe en las manos sin saber el porqué. Dicen que los hay con estrella y los estrellados. Lo malo es que bañado en desgracia, aparece una pancarta que mordisquea desde lo más dentro del cerebro: “Cerrado por Vacaciones”. “Llegó usted a la meta, le toco perder siempre, que le vamos a hacer unos ganan otros pierden” “Lo sentimos, puede volver mañana pero sería perder el tiempo”.
Seguía allí, junto al mar más bello del mundo. Cerró los ojos y vio salir de las aguas, mecida entre las olas, a la mujer que siempre deseó tener. La pasión se convirtió en deseo, y el deseo se iba haciendo realidad cuando ese ángel tan maravilloso, se iba acercando, se sentó a su lado, sus pies se hundieron en la arena, y supo que su presencia única sembraría la luz más cariñosa de cualquier noche oscura, sería su guía, su nueva compañera, y podría amarla para siempre.
Dios le perdono los pecados, le concedió el paraíso de Adán y Eva, por una eternidad, pues él había amado a Dios siempre, pensaba que se lo debía. Una recompensa mientras miraba a su amor, y esta le decía: “Cada vez que me amas es un milagro”.  Los sueños, sueños son, lo dijo alguien muy importante en la literatura. Su amante era la sustancia de su sed, sus lágrimas le quitaban la necesidad de beber. Sus ilusiones eran las suyas, su voz resucitaba sus latidos enterrados, sus manos cuando le tocan le hacen estremecerse de dicha. Alguien o algo, había escuchado sus plegarias.  
Quiso estar entre sus brazos, así, sin lascivia ni secretos, solo quería seguir ese momento eternamente, pues tuvo lo que nunca había tenido, ternura, delicadeza, suavidad a su tacto, todo lo que le hacía falta a un ser vivo de carne y hueso.
El amor es en algunos momentos de nuestras vidas lo único que nos puede sacar de una decepción terrible y constante, aunque lo supo siempre, creía estar condenado a que nadie lo tomará en cerio. Es el único calmante a sentirnos solos, tan solos en el universo, le hacía falta, solo dos segundos de ternura, balsámico suficiente para andar un poco más entre el vacío de las sombras.
Abrió los ojos, miro de nuevo a su lado, y no había nadie. Salieron del mar tres figuras cercanas a su recuerdo, esta vez sin cerrar los ojos. Una era pequeña. Silueta de niño. Un chiquito risueño, expresión inocente y algo de memo, con cabellos y ropas estilo de los setenta. Otra era con forma de adolescente, con gafas, mirada y aspecto bobalicón, con sonrisa candorosa e ingenua. La tercera más alta y más echa era la de un señor con cuarenta y tantos años, con barriga incipiente, y frente casi despoblada, parecía buena persona. Tendría que haber una cuarta figura, la que correspondía a la vejez, pero no estaba ni se le esperaba. Se acercaron a él. Lo rodearon con calma, le transmitían paz, alegría, esa felicidad que nunca había conocido. Le ayudaron a levantarse, los tres a la vez, dejó sus ropas, su mochila, todo lo material que se encontraba a su lado, y se fueron metiendo en el mar agarrado de sus manos, estaba en medio, avanzando sin mirar atrás, de donde marchaba nadie le esperaba, los tres eran uno, y el único ser divino, le esperaba en alguna parte, tenía que ser así y lo sabía.
En el fondo del mar su amante imaginaria le esperaba en nueva vida, de alguna manera empezaba la dicha llena de realidades y no esperanzas infundadas en la nada. Las fuerzas llegaron a su cuerpo, estaba naciendo sin ser un niño. No habría más noches inciertas, no intentaría besarla, pues no tendría nunca más el beso de nadie. Las horas no se contaban, los relojes no existían, solo le acompañaban los gestos de su amante, ya no tendría que buscar el mañana, el hoy era eterno y no se cansaría jamás, no habría que dormir para soñar. Lo fácil empezaba ahora, aunque había sido muy tarde, se dio cuenta que merecía la pena. Llegaron a un lugar distinto y nuevo, la besaba sin parar, y ella quería ser besada, sus manos la tocan y se mueve con tal dulzura que parece que enredara al aire con sus gestos de amante.
El cielo se había hecho esperar. Cupido cambio de estafador y delincuente, a un buen amigo que hace sus deberes, los tesoros se dejaban encontrar, y Venus lo acogió entre sus brazos. La bestia se hizo bella, y las estrellas no caían del cielo dándole en su cabeza, ahora bailaba un vals junto a ellas. Enamorarse ya no estaba prohibido. El dinero no existía, pudiendo comprar lo que no se vende, el amor dejaba de ser una mercancía engañosa, los espejos no se usaban, todos los que se reunían allí eran hermosos y agraciados. La tierra podría explotar en confeti y diamantes, pues sabía que no formaba parte de su mundo, solo se veía la Luna, más grande y hermosa que nunca. Parece que el verano es templado, nunca se acaba, las mil y una noches eran en lugar de cuentos magníficos poemas. El sol formaba parte de un grano de arena perdido en el firmamento más azul, tranquilo y suave que podría soñarse, pues el espacio podía tocarse con la yema de los dedos.

No hay comentarios: