Eras aun la desconocida de la
fiesta. Al lado del estanque la sombra de tu cuerpo temblaba como la luna
meciéndose en la corriente del agua. Desprendías la fragancia de las plantas
blancas que solo florecen en la noche, en la oscura maraña de las tinieblas, a
los compases del estrés que acompañan al movimiento frecuente y agitado,
vacilación involuntaria de tu cuerpo frente al mío.
Dibujo con la yema de mis dedos tus
labios sin tocarlos. Creo entre el espacio de nuestras bocas los labios que
deseo, como un pincel húmedo sombreo la orilla dentro de sus bordes rosados.
Los límites del deseo se encienden en alarma incesante y consigo besarte.
Entonces mis manos acarician y se pierden entre la profundidad de esos cabellos
negros, siempre sin contacto solo con el deseo.
Sin conocerte, siendo la primera vez
que te encuentro sé que te deseo porque eres inalcanzable, porque no eres mía,
ni la sangre me llama a quererte, solo a poseerte en este momento, pues
reconozco que me atormentaría mucho que me ames.
Creas deseo solo por estar al otro
lado de las sombras, más allá de lo que mi mano alcance jamás. Me invitas a dar
el último salto hacia el abismo. Cobarde rechazo la entrega de esa ilusión.
Sería dar el paso hacia la nada, pues no te alcanzaría jamás. No paso de tu
sonrisa, pues tus carcajadas se me clavan humillantes al igual que un puñal
traicionero penetra en la espalda.
Tu amor no se puede elegir porque
cada día cambia y se transforma en una dama diferente. Juegas a inventarte a ti
misma dentro de una espiral estremecedora volviendo a las contradicciones
personalizadas, amor y cólera, placer y coraje a la hora del juego puro,
pesadilla sin reglas que invade mis sueños en directo fuego hacia las
tinieblas.
Contienes tu cuerpo desnudo oculto
en capa negra, frente a mí, escondida en la noche, al lado del agua ondulante
que te protege siempre, con la única luz de la luna, esa señal que dejas para
que siga el nuevo sendero que marcas tras el ocaso solo para ser encontrada.
La tensión se transmite en el
temblor delicado de ese cuerpo hermoso, algún misterio incomunicado que el
presente exige, una rabia insaciable que desea incorporarse y expandirse como
un virus malicioso entre las cloacas del mundo.
Aquella figura tan atrayente y misteriosa
comenzó a recordar lo que necesitaba pensar, y le tenían prohibido evocar.
Sentí la fuerza necesaria para acercarme del todo a ella y besar sus labios,
como una necesidad imperante que se había instalado impostora en lo más adentro
de mis deseos.
Era la necesidad de querer besar a
la desconocida del manto oscuro, la que invocaba encantos misteriosos y se
colaba cada noche en mis sueños indescifrables.
Entré en su juego sin saber a lo que
me exponía. Se mostró entonces tal como era, una bestia enfadada y
frenéticamente encolerizada. Se hizo dueña de mi alma. Sus bellos ojos se
perdieron en el vacío blanco de la nada. Sus manos se retorcieron hacia adentro
en finas garras, arrancando mi tiempo con uñas afiladas.
Soltó un chillido afilado y
ensordecedor. Aquella bestia me desgarraba la piel. Poco a poco, lentamente,
iba devorando mis entrañas. Interminable pesadilla que se perpetuó por los
siglos de los siglos.
Fui el nuevo amante eterno de
aquella desconocida, caí en las garras de la mentira. La dama de las tinieblas
me había conseguido sin esfuerzo, quemándome por siempre en el averno de los
sueños interminables.
No hay comentarios:
Publicar un comentario