martes, 19 de junio de 2012

CALIPSO

Se hecho a la mar, en su pequeña barca, luces de gas se pierden entre la distancia, el eco del viento rebotaba en su semblante. El pueblo se hacia diminuto, distorsionado entre la niebla, las rejas de la incertidumbre invadían su cuerpo, la duda vacilante seducía como sospechas, rejas con cierre de presagio. Las llamas de sus ojos quedan entre redes, gotas de llanto, pies entre el barro que se hunden en la desesperación, y grita, silbidos que no interrumpen al los sonidos del silencio. Remo tras remo, brazada tras el impulso, rejas en el alma, un adiós sin esperanza. La luna llena entre el horizonte del océano se pierde, interrogante, sin preguntas, ni misterios, todo esta hay, a lo lejos, sin palabras que lleguen a ningún sitio, nadie le espera, entre caminos de olas, marejada en la noche, noches sin sustancia. En el interior de su corazón se enredan las entrañas, vísceras entre la nada. Es diciembre, viento del norte, leña, sal, calor, besos de alguien que no espera, espera entre llamas que no funden, chispas que vuelan, llama desde la tierra, y el rema, solo rema, pisadas sin huellas, marcas sin meta, señales sin rostro, rastros sin pasado, humo desde lo lejano. La cometa de un niño balancea entre un cielo alegre por la plenitud de tantas estrellas, desde allí parece que alguien le observe, cómplice y espía, secuaz participe, cárcel sin rejas, recuerdos sin menciones, paginas y paginas, rojos sobre negros, negros en blanco, palabras sin letras, diario sin nombres.
Alguien le acompaña, copartícipe secreto de sus sueños, colaborador de la esperanza, flama fugaz de una inventada creencia, último aliento del que avanza, venganza, revancha incierta, desafío hacia el mar de los fracasos.
Una mano húmeda le toca en el pecho rígido, duro encuentro entre sombras de la noche plateada, verdades sin rumbo fijo. Hecha las redes, encuentra rígido al niño de la cometa, yerto y congelado, peses muertos entre la superficie del agua, mar bravía, feroz pasado, ancla hacia el declive profundo del océano. Desniveles de vida, existencia suicida, insensato riesgo del imprudente que no mira al mañana, al día que tanto ama, entre estrellas, luceros llamando al alba, despuntan las primeras llamas, aurora que escapa de la madrugada. Un beso se escapa, carantoñas entre te quieros, mimos y ternura del padre que se embarca, cartas y cartas, desvelos tras carencia, semanas, meses, marino perdido al igual que Ulises, en islas sin coral, solo titanes, sin Calipso esperando, nadie se oculta a su vista, ni cuevas repletas de manjares, sin blando lecho, sin ninfas ni sirenas que ofrezcan elixires donde se pierdan los miedos. Zeus se ha olvidado y le deja marchar, recelo a la espera de la trampa, y Penélope muere por estancia perpetua en la demora, la pena la invade, las alarmas no cesan, el tiempo no da prórroga, la parada del diablo termina y avanza, el mal no tiene esperanza.

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