sábado, 26 de julio de 2014

Romy Scheneider




Dicen que una imagen vale más que mil palabras, seguro que es cierto. Hay personas que mueren tan jóvenes y su rostro se les marca como si hayan vivido más de lo que representan. Romy Scheider está dentro de esa categoría. Murió a la temprana edad de los 43 años, pero en sus últimas fotos parece que la vida se le hubiese exprimido hasta las últimas consecuencias, entre las últimas fuerzas, mezcla del sufrimiento y la desolación, inmersa en la locura por los devaneos incomprensibles, que traen las desgracias inesperadas. Romy murió sola en su apartamento de París. No se le practico la autopsia pero se sospecha que pudo morir de una mezcla de alcohol y barbitúricos. Romy Scheider murió el 29 – de mayo – del 1982, desolada probablemente por la muerte accidental de su hijo David en el 81. Solo hay que mirar sus ojos para saber la profundidad que puede haber tenido su intensa vida. Escogí esta foto porque puede estar en la cercanía de lo que pudo ser el final de una gran estrella europea del cine. En ella puede verse como los sentimientos exprimen una existencia, un camino rayando la locura, que se esfuerza en una ilusión natural para seguir viviendo. Romy Scheider refleja en su figura el paso de los años llenos de una personalidad intrigante, donde los sueños se alcanzan tras el impulso de otro cigarrillo, una copa de coñac, un suspiro dentro de un laberinto en una noche llena de estrellas por las que ella misma destella con luz propia. Romy es la niña que sale de la mano de Hitler, o con Martin Bormann en “El nido de las Águilas”. Sus padres lo frecuentaban, ya que fueron un matrimonio de actores Albach – Retty Scheider muy cercano al régimen. Conocida por ser la joven emperatriz Sissi. Una intensidad innata que refleja solo con una mirada las etapas de un presente, lleno de la marca del pasado, brillo espontaneo forjado en un mañana. Un rostro que muestra el estado puro del alma. La vitalidad y la fuerza de un amor deseado, como cuando se la ve junto Alann Delonn. Llegó a los 43 años solo, consiguiendo las metas que se propuso. Con el aura de haber tenido y disfrutado de varias vidas a la vez. La carga de una crónica insuperable, recorrida entre una actividad vital, llena de sucesos realizables que puede llevar igualmente a la frustración, al llegar una desgracia inesperada, algo que se puede convertir en una existencia vacía, sin un hueco visible en el casillero del mañana. La última prueba, una marca difícil de superar. Romy Scheider nos dejo en el cine la imagen bella de una mujer dulce, tierna, llena de ilusiones preadolescentes y realizables. Plasmo el carácter de una dama entregada al romance de un galán, dada y sumisa al amante apuesto, con esa pizca de gallardo y algo canalla tan dado en el cine francés de los setenta. La mujer que nos hacia imaginar a una mosquita muerta, que luego no resultaba serlo tanto. Las mujeres así, llevan al final las riendas de su propia vida, lo malo es que en ocasiones pueden desencadenar entre escalón y escalón de las sombras más oscuras, al propio abismo de la soledad incomprendida, no deseada, a ese abandono de sí mismo. Pero aun así, podemos escoger de Romy Scheider la naturalidad y el deseo de sus expresiones, la rebeldía callada que marcan sus facciones, el ardiente deseo que despierta al amanecer de su cuerpo medio desnudo, como un poema de superación sin apenas preocuparse por lo que cuesta cada impulso, cada suspiro espontaneo, la franqueza y la llaneza de una sonrisa implicada en la continuación de la lucha diaria. Romy ya no existen desgraciadamente mujeres así, con esa afabilidad a la carga, con esa confianza en una postura plasmada en el fotograma tras un trabajo cotidiano, la sencillez de una gran dama del cine, que una mañana de mayo se encontró en un terrible laberinto sin salida. Pero te seguiremos recordando con ese cigarrillo en la mano, con ese celuloide humeante y casi calcinado, lleno de superación. Un rostro cargado e embriagado, con un toque de locura inmerso en las horas, atrapada y perdida sin querer caer en el abrazo abrasivo del tiempo. Amo a las mujeres como Romy Schenider, se te apago la vida muy pronto, pero seguiremos imaginando las expresiones de tu imagen, de una dama grande de su tiempo que nos inundo los corazones de sentimientos en una sonrisa, solo con una mirada pura y natural, lo más grande que nos dejó.

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