Nuestra
historia en los años setenta fue muy parecida a la que retrata “Los 400
golpes”. Hacer productivos a unos sujetos, niños, para un futuro dentro de una
sociedad “Nacional Socialista” como aquella, consistía en castigar al ser
rebelde, segregar su espíritu, dominarle y en caso contrario eliminar toda
aspiración ilusoria natural en un pequeño de seis años. Preferíamos tener en
casa a mama que nos dijera con su voz dulce: “¡No pises ahí que he fregado!”,
antes que quedarnos en la última fila de la clase, los chicos del final, los
acabados y repudiados por la sociedad, los despreciables. En ocasiones sueño
que voy en pantaloncitos cortos y la chaquetita de los domingos, fiesta de
guardar, corriendo como poseso por la playa del Carmen de Málaga, sin saber
porque, pero corriendo libre como un niño salvaje, el loco primitivo
delincuente que se escapó de La Salle. Esa España de las sociedades
disciplinadas y que despreciaban tanto al hijo del obrero que iba metiendo con
ilusión a su hijo en un colegio con aspiraciones de progreso, para que pudiera
tener una mejor vida laboral que la suya. Luego esta esa pobre madre que
llevaba a su niñito de la mano a la parada del autobús. Aquellos primerizos
años de prosperidad de la década de los setenta, cuando los titos volvían de
Alemania. Entonces y más que nunca esas mamas se veían rechazadas por las demás
señoronas que comenzaban a relacionarse e ilusionarse entre senderos de
grandeza. Grandes damas en sus primeros clubs de ciudad para nuevos pudientes,
como “La Escudería”, “El club de Hípica”“Miralbaida” etc, etc. Mientras en la
espera de la parada del autobús, entre esos corrillos de mamas que se apiñaban
en solidaridad enfermiza de su propia clase social, con fondo a cotilleo, daban
de lado a la mujer del albañil o clase obrera, el que diga que es mentira o
solo fruto de mi imaginación, que me coma el pene y a dos tiempos. Mi padre, un
hombre que solo se preocupaba de ir a trabajar todas las mañanas como
administrativo de La Sevillana, escuchar por las tardes Zarzuela, pues en su
juventud había sido profesor y director del conservatorio de Córdoba, pues
llevó una compañía de Zarzuela en la que el participaba como Barítono en la
década de los cincuenta en esta ciudad, no tenía tiempo ni para plantearse
tonterías de la clase social nacional socialista tan típica de la época, solo
dedicaba su tiempo libre en recordar sus giras teatrales y escuchar Opera o
Zarzuela. Mi madre, ama de casa, y de familia con carta de invitación de la
Reina de Inglaterra para actos de recepción para los descendientes de Lores que
se encuentran en otros países que ella visita, vamos que se pone tonta y lo
mismo tiene más derecho a ser la estúpida de turno, como decía, si que se
juntaba con cualquier madre de algún compañero, sin distinciones de clase
alguna, en esa esquina de la calle “El Almendro”, frontera con el Banco
Banesto, de donde salían como chinches igualmente, grandes damas de la alta
sociedad del barrio Santa Rosa. Recuerdo que mi madre, no solo no tenía problemas
en relacionarse con ellas, sino que fue con las que mejores migas hizo. Grandes
mujeres y tan humildes como nosotros, mi familia, la única y verdadera diferencia
quizás, es que procedía de una familia con cultura y sin cuentos para no
dormir, que es lo que había en esa época, mucho cuento y poca cultura. Para
colmo, un día triste y muy negro para mí, ese progresista oculto del “Morsa” castigó
a uno de esos críos considerados y proveniente de la clase obrera junto a un
servidor, una persona que aprecio aun, aunque muy mal pensado, hijo de una de
esas madres rechazadas, por cierto más trabajadora y luchadora que ninguna, de
las que le retiraban la palabra sin haber hecho nada, la cual conocí, por lo
que puedo decir que es una gran persona para mí y sin descubrir el Titanic, aunque
ahora me lleguen todos, incluso ese compañero que lo vivió en primera persona
con su madre, y le de por pensar que es mentira, sueños míos de La Carlota pues
ya les digo que los que tienen mala memoria por muchos sobresalientes que
sacaran, y muy triunfadores que sean, que lo que cuento fue así, donde por un
lado no llegas, se alcanza por otro, los atajos del cerebro, y lo mío es como
un profesor dijo en su día: “Lo tuyo Roca es la memoria de los tontos”. Pero
todo es como lo cuento, esos equivocados y de tan mala memoria son solo ellos.
Al Morsa se le iluminó ese partisano tan revelador de su interior profundo, e
hizo realidad sus propios pensamientos trasnochados, y a quien precisamente no
se lo merecía por sus comentarios: El castigo consistía en copiar de un libro
de ciencias sociales y naturales, un párrafo no, unas cuantas páginas sobre las
hojas cauco formes, y todo tipo de fauna marchita que caía de un árbol, para el
día siguiente. Recuerdo que no pude copiarlo todo, me pudo el cansancio pasando
del tema. Mi compañero con la mama que no escuchaban en la parada sí que
realizo por completo el castigo. Para colmo y desgracia mía pues no podré
olvidarlo nunca, llego el Morsa recogiendo la copia con su bigote grandote,
caído, manchado y descuidado de siempre y nos dice a los dos mirándome solo a
mí: “Esto es increíble el hijo del de clase obrera cumple con sus castigos y el
niño bien se echa a dormir. ¿Eso es lo que te enseñan en casa Roca?” Para hacer
justicia tengo que decir que el Morsa de los cojones, tenía un tío suyo, que
era amigo íntimo de mi Padre, pues los dos habían hecho Zarzuelas en esta
ciudad en la década de los cincuenta. Lo mismo se llevaba mal con su tío, pues
este le dijo que mirara por mí que era el hijo de su mejor amigo, y lo mismo lo
pagaba por ahí, como ya lo tenía todo a favor en ese campo de concentración,
solo me faltaba tener y vivir el primer encuentro discriminatorio de los
amantes de las clases sociales obreras, tan discriminadas por una sociedad franquista
y tan bien reflejadas incluso en las paradas de escuela de un autobús. Lo que
me faltaba aun más es que me llegue con el tiempo ese compañero que nunca mire
de otra manera y forma, que de un igual y de los mejores amigos que tuve en esa
Salle, con la cabecita un poco subida porque el sí que ha conseguido hacerse a
sí mismo, porque según pueda pensar las cosas son como solo él las piensa, y
con lo enterado que esta de todo parece mentira que no supiera que tuve hasta
los catorce años y porque murió mi padre y no podíamos permitírnoslo, un
psiquiatra, para mi D. Guillermo a secas, una vez este amigo me dijo: “El que
quiere hacerse alguien en esta vida lo consigue, solo tiene que proponérselo”,
y ahí mi cruz, eso no siempre es así. Ahora toca a estos, con los que no fueron
crueles con ellos, retomar el relevo y no serlo con los que corresponde, solo
para hacer justicia, pues yo ni me metí en la droga nunca, ni alquilo cuerpos
para mi disfrute sexual, ni he hecho miles de equivocaciones que han hecho
otros y si que están muy bien miraditos, es injusto coño, ahora escribo de
sobresaliente. (Ahora sí que es, no antes, pero hay que leer bien y con lectura
comprensiva, pues va con mala leche hacia el MORSA y su rebelión de las clases
interiores e inferiores, siempre luche contra él, siempre luche contra eso. En
séptimo me lo encontré, con el yanqui de tutor, ese año me dieron la medalla al
mejor compañero en curso de repetidor, no sería tan malo, y hubo venganza de mi
parte por esto que cuento. Pero eso son historias para otro día, y nada más. No
va en contra del amigo muy fiel a sus propias confabulaciones, pero quien no
las tenga que tire la primera piedra, ¿verdad? En la vida pasan cosas muy raras
y a algunos les toca el gordo la mierda siempre aunque queramos creer que no
pasa, hagamos lo que hagamos por prosperar, que parece que no lo hemos
intentado como ellos puñetas, que luego con menos de nada e injustamente se nos
escapa que: “yo tengo una vida muy ocupada, tengo un trabajo, tengo pareja,
tengo sociedades secretas, mi vida del partido, mi vida en el ayuntamiento, mi
vida de piloto de las fuerzas aéreas espaciales o especiales”, pues yo también
que la tengo muy ocupada, tengo mucho que escribir y mucho que dar por el culo
aun, con un memorión de tonto, que es para perder la cabeza).
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