jueves, 13 de marzo de 2014

Las Nubes Negras - 2 Capítulo- “El calor de una madre” (Recuerdos).



Michel salió al salón, tan vital y magnífico como siempre. Con un pijama algo ceñido para su talla que le proporcionaba aun ese aire apuesto, esa altivez cotidiana, marca de la casa. Ser galán y gallardo en todo momento, es algo con lo que se nace, no se hace, no hay práctica que valga. Se sentó en uno de los sillones del salón, contiguo a la terraza con vistas al puerto de Barcelona, mientras tomaba un café y una tostada que le había servido una de sus sobrinas.
El silencio nunca podría llegar del todo a aquella habitación, debido al ajetreo del exterior, cuando se tenían las ventanas abiertas. Recuerdos difíciles de hilvanar al principio. Michel se dejó llevar poco a poco en nuevos pensamientos, sumiéndose en una rara e inquietante nostalgia. Iba entrando en un tiempo donde la existencia de la vida se volvía calurosa, plomiza y pesada, pero entrañable, intima y con caricias llenas de afectos. Al principio los campos relucían en verde esperanza. Fuerza imaginativa libre de peligro. Sustancia inmaterial reforzada por la inocencia. Inseparable e insaciable dicha que va unida a la niñez.
Los viñedos irradiaban una luz centelleante intermitente desde lo lejos. Al pie de la primera escalinata de la masía podía deslumbrar por su hermosura, su encanto fascinaba a los sentidos. Viento suave, cosquilleo cálido, antesala próxima al verano del 36. Corriente tersa que embelesaba la oscilación de las espigas, inclinaciones atropelladas, dibujos improvisados, danza cautivadora del trigo. El sosiego en la campiña catalana.
En esa plenitud de la tarde, entre la escalinata y el porche de la casa de campo, los libros se abrían majestuosos de un lado a otro, como abandonados, sin dueño propio. Sus miles de historias nuevas para aquellos primerizos lectores, serían devoradas rápidamente. La imaginación no necesitada para despertar ante aquella adolescencia nerviosa, ansiosa por saber, nada mejor que las historias de un libro. Un inmenso mar de aventuras como “Los Mares del Sur” de Stevenson podría ser un ejemplo claro. También lo serían las leyendas, romances y misterios por descubrir en plena juventud. Alguien tomo con sigilo y cierta energía, uno de esos libros extraviados, pero perteneciente a uno de los anaqueles de la biblioteca prohibida de su madre. Una novela misteriosa e intrigante, elaborada mano a mano entre su tía, Aurora Bertrana y su padre el escritor y periodista consagrado Prudenci Bertrana. Obra experimental e interesante que se realizo conjuntando ideas, inicialmente paralelas y separadas por cada escritor, sin saber de la realización entre ambas partes. Pues se iban repartiendo los capítulos, encajándolos como un puzle caprichoso. De aquí surgió el título “L´illa perduda” (La Isla Perdida). Tuvo en su día un éxito inesperado. Escrita con tanta fuerza y frescura nueva, que fue una primicia aprovechada por la crítica y la incipiente cultura catalana para sus intenciones propagandísticas de identidad. Datos que Michel iría descubriendo con el paso del tiempo.
Al encontrarlo su madre en su cuarto, se preocupo al ver aun la luz encendida. Vio que leía atentamente, sentado en el suelo y oculto detrás de la cama, como intentando que no lo descubrieran así. Lejos de enojarse, se alegró de verlo tan inmerso en la lectura, siendo en realidad un regalo valioso y maravilloso, algo que la llenó de ilusión, mientras se acercaba a Michel en silencio. Sorprendida aun, le preguntó:
- ¿Sabes Michel quien me regalo esta novela? – le susurro su madre mientras se colocaba a un lado de la cama.
- Sí, fue la misma Aurora, madre. Os observe juntas pasar muchas tardes de verano en la residencia del Rabal. La tía Aurora te visitaba para tomar café. Sé que erais muy amigas. Una de esas tardes te lo regalo, aun no estaba publicado. ¿Una sorpresa que no esperabas, verdad?
- Es una gran mujer, activa, extremadamente enérgica, la admiro por muchas de sus cualidades. Seguimos teniendo una gran amistad, lo que ocurre es que ahora vive en Marruecos. Ella en su vida personal es así, una heroína de cuento apasionado, aventurera y trotamundos. Pronto volverá, al menos eso me ha comentado en las últimas cartas- suspiró suavemente, mientras juntaba las manos.
- Recuerdo cuando se presento al Congreso de La Republica a la candidatura por Esquerra Republicana. Tú y padre la apoyasteis siempre en todo - agregó Michel con intriga, esperando respuesta.
- Si, lástima que abandono pronto. Al salir derrotada de esas elecciones se lo pensó mejor para la próxima vez. La política no es sana para nadie y menos en los tiempos que corren - Su madre se levanto mirando con ternura a Michel. Sin palabras de por medio, le dio un beso de buenas noches y se marcho, sin ruido alguno, suspendida su figura entre el aire.
Sonó inesperadamente el teléfono. Sacando a Michel de su largo sueño, de esa marcha atrás en el tiempo. Antes de poder darse cuenta, miro entre sus manos una foto de su madre. Sin saber porque, observó que el cristal y el marco estaban llenos de lágrimas salteadas. Se extrañó al encontrar que ni sus mejillas, ni sus parpados estaban húmedos. Aunque lo comprendía todo le quedo un sabor áspero en la lengua, extraño y singular.

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