El incienso se desparrama por
algunas calles, iglesias, y parques del viejo continente. La gracia y la
bondad, llega a borbotones, llena a forma interesada de lisonja voluptuosa e
interesada, sin ser invitada cada año por sus rincones, perteneciente a una
cultura que se cuela majestuosa entre los placeres místicos de los sentidos,
las ilusiones se encienden por arte de magia.
Obras escultóricas tratan de la unión y relación humana con la divinidad.
Los jazmines comienzan a tapizar
los jardines de Córdoba – Andalucía. Se posan junto a sus fuentes, sobre los
miradores de Medina Azahara. Se adormece el Azahar apacible y caprichosamente
invitando al descanso del peregrino. Caprichosamente se mece dulce y tierna la
señora de los Dolores de Córdoba por el Patio de los Naranjos, en la Mezquita
Catedral. Se pasea la madre de los hombres.
Desde ahí, en este hipnótico
jardín, la presencia de la señora se mezcla como el mismo bálsamo del Jazmín,
como de su aceite esencial. Se obtienen sustancias ansiolíticas e hipnóticas
suaves. Las malas digestiones del alma se transforman en esperanza y optimismo,
el ambiente que se respira en el Patio de los Naranjos hace abandonar las
nauseas de origen físico y hace llegar la paz celestial. Las yemas de los dedos
pueden tocar el cielo abierto, a la vez que se levanta el paso de la señora
coronada por miles de estrellas desde el firmamento más divino.
El Jazmín de la primera primavera, se cuela por
el barrio de la Judería, a orillas del Guadalquivir. La brisa de la noche corre
por los canalillos y callejuelas, por los patios llenos de macetas, aromas y
colores. La voz del capataz se adentra como única anfitriona del silencio antes
de reanudar el paso de Cristo. El Azahar se abre por las fuentes majestuosas del
Alcázar de los Reyes Cristianos, desde sus balcones parecen esperar inquietos, Isabel
y Fernando, tanto monta, montan tanto…
Sus mujeres más bellas y
naturales, quedaron plasmadas en lienzo a manos de Julio Romero de Torres. El
pintor de Córdoba que dejó las características más sensibles y hermosas de la
mujer cordobesa. Cristianas, Sultanas y Moras, esperan en luto y mantilla, bajo
la Puerta del Perdón, el paso del Rescatado.
El Miércoles, La Paz y Esperanza,
cubierta de su manto blanco e inmaculado, se arropa sintiéndose amada entre la devoción
de sus gentes camino a su casa de Capuchinos, saludando un instante antes al
Cristo de los Faroles, más limpio y pálido que nunca, majestuoso y antiguo responde
al saludo desde la cruz a su santa madre, La Paz y Esperanza de Capuchinos.
Córdoba, mi sultana mora, llana y
misteriosa, sin dejar su encanto en cada plaza, en cada fuente, en cada calle
estrecha de la judería, La del Pañuelo, La calle las Flores.
¡Córdoba cuanto te quiero…!